jueves, 15 de octubre de 2009

La incertidumbre de la verdad

Como si todos los días fueran igual, Jacobo, fue esa misma tarde al bosque para intentar repetir la hazaña.

Nunca le salían las cosas como a él le gustaban, pero aquella vez fue perfecta. No se cansaba de recordarlo. Había salido poco después de comer, como otras veces, pero esa vez había sido diferente.

Cuando intentó repetirlo no pudo, y ante la impotencia, tomó una decisión: nunca volvería a intentarlo, quedaría su logro grabado en su memoria y no lo volvería a estropear con nuevos fracasos.

Se volvió a su casa convencido de lo acertado de su decisión, cuando de repente, le atacaron dos cochinillas asesinas. En un primer momento pudo esquivar los fieros ataques de los peligrosos crustáceos, pero a medida que pasaba el tiempo, su agilidad fue decreciendo por el cansancio, y en cambio, los ataques de las cochinillas eran más certeros. Por fin, tras una hábil maniobra pudo matar a una de ellas, quedándose solo ante la otra. Ambos combatientes se ensalzaron en una cruel batalla, con un incierto final, hasta que por fin, Jacobo logró acabar con la inmunda criatura.

Agotado, pero lleno de satisfacción por haber podido sobrevivir, cogió una escama de una de sus víctimas como trofeo y se lo llevó a su casa.

Había sido un día extraño, pero ¿qué día no era extraño?

No hay comentarios:

Publicar un comentario